domingo, 31 de mayo de 2020

Por una nueva forma de celebración litúrgica


Por una nueva forma de celebración litúrgica
Reflexiones de la Comisión Permanente del Foro "Curas de Madrid y Más",
cuando los templos vuelven a estar abiertos
Comisión Permanente del Foro "Curas de Madrid y Más": 29 de mayo de 2020



Finales del invierno de 2020. Llegó la pandemia. El virus consiguió confinar durante dos meses a una sociedad hecha a vivir de cara a la calle. Nadie hubiera imaginado, ni en el peor de sus sueños, que nuestras vidas, repletas de acontecimientos sociales, vividas con y para los otros se precipitaban al mayor de los distanciamientos. Y sin besos, y sin abrazos. ¡Nuestra sociedad mediterránea! 

Disipados el desconcierto y el bloqueo de los primeros días, la necesidad de comunicación ha ido explotando a diario. Agazapados en nuestras casas hemos dado rienda suelta a las tecnologías, que nos han conectado con los demás, en forma de videoconferencias, múltiples ofertas culturales, deportivas, altruistas, solidarias y religiosas. Sobre estas últimas, sobre las ofertas religiosas, la Comisión Permanente del Foro "Curas de Madrid y Más" ofrece aquí unas reflexiones y propuestas. Por primera vez en la historia del Foro, dando sentido al “y Más” que hemos añadido a nuestro nombre, el texto base de estas reflexiones lo han elaborado dos mujeres, miembros de la Permanente y laicas.

Con las iglesias cerradas a cal y canto en plena Cuaresma y próxima la Semana Santa, la Institución eclesial abandonó con cierta premura sus hasta entonces, tradicionales y -creíamos- únicos métodos de celebración litúrgica. Los fieles nos vimos bombardeados por una infinidad de inauditas ofertas litúrgicas, que nos llegaban a través de la radio y la televisión, pero, también y, sobre todo, por medio de diversas plataformas digitales. Y, siguiendo la regla básica del “mercado”, la de la oferta y la demanda, se despertó y alimentó una especie de consumismo religioso en toda regla: rezos, procesiones sin feligreses, bendiciones desde las alturas… Y, en un santiamén, esta Iglesia nuestra va y nos sorprende, también, con las misas on line con comunión espíritu-virtual.    

Y precisamente ahora, cuando desde hace décadas el desenganche de la Iglesia lleva un ritmo alarmante, sobre todo en Occidente. Y cuando la misa dominical, de la que se dice que visibiliza como pocas otras cosas lo que ella es y predica, es la celebración a la que antes dejan de ir quienes deciden alejarse de la institución eclesial.

¿Alguien pudo imaginar vivir en cuarentena? ¿Alguien pudo imaginar siquiera, el sinsentido de una Eucaristía sin Eucaristía para la inmensa mayoría de católicos del mundo? Un sacerdote, acompañado tan solo por la tecnología de una cámara, cumpliendo a rajatabla el rito que establece el Misal Romano, en el que no se admite ni reconoce como tal, más que la Eucaristía presidida por un obispo o un presbítero.


El coronavirus y sus consecuencias sociales más crueles nos están brindando, quizás, una oportunidad para replantearnos la conveniencia de establecer un nuevo modelo de la celebración de nuestra fe. Lo intentó el Concilio Vaticano II, con su decreto sobre la liturgia. Pero en numerosos casos lo que hemos visto estos días nos retrotrae a tiempos anteriores a aquel gran evento.

¿Ha llegado el momento de poner fin a una concepción mágica, idolátrica, de la liturgia en general y de las misas en concreto, según la cual Dios, mediante rituales meticulosamente reglados, nos da su gracia y se muestra proclive a escuchar nuestras súplicas? ¿Ha llegado el momento de sustituir esa concepción por la que se atisba en el Evangelio de Juan en la cual a Dios, que es Amor, no se le da culto con “sacrificios” en uno u otro templo, sino “en espíritu y en verdad”? (Jn 4,19-24)

¿Ha llegado el momento de sustituir la misa de jerarquías y pueblo por la misa de creyentes, al uso de las primeras comunidades cristianas?  ¿Habrá llegado el tiempo de renovar esas misas para el público, donde el sacerdote actúa y los fieles asisten casi como simples espectadores de una representación teatral? ¿Será el momento de sustituirlas por otras más participativas, donde los grupos de cristianos concelebremos desde el Evangelio? Igual ha llegado el tiempo de cambiar el sistema. ¿No será la hora de dar paso a una generación de cristianos, hombres y mujeres, que, sin tener en cuenta sexos ni celibatos, celebramos nuestra fe compartida, mostrando con signos y palabras que la igualdad debe hacerse ya costumbre? El papa Francisco a veces, como en Evangelii Gaudium nº 104, deja entrever que son cuestiones sobre las que la Iglesia debe seguir reflexionando. 

domingo, 24 de mayo de 2020

Relato 3


Lo que yo he vivido
Relatos en tiempos de pandemia


Relato 3


Ángel Arbeteta Losa


Cuando el 9 de marzo de este año 2020, tan especial, saltaron todas las alarmas, no sabía cuánto era lo que el desconocido virus me iba a hacer perder, meditar, anhelar y agradecer. Quiero hablarles de todo ello.

Empezaré por lo que perdí. La pérdida que más me dolió fue la muerte inesperada por el coronavirus de Pepe, un sacerdote de Orense. Estaba y ejercía su ministerio como párroco en Ntra. Señora de los Aires en Moratalaz. Y era responsable diocesano de la Asociación de los Sacerdotes del Prado en Madrid. El coronavirus se lo llevó sin la compañía de familiares o compañeros en el hospital ni en el entierro.

Podría dividir estos dos meses de estado de alarma y confinamiento en dos etapas y momentos. En la primera mi ánimo se movió entre el miedo y la confusión. En la segunda abundó la reflexión, la búsqueda de sentido. Esta etapa ha sido la más fructífera, pues ha convertido para mí este tiempo excepcional en tiempo de gracia y salvación. Les cuento por qué.

He aprendido a ser más humilde. Pese a nuestro progreso y desarrollo, no somos  seres intocables. La vulnerabilidad y la muerte forman parte de nuestra condición, con los interrogantes que nos suscitan: quién soy, de dónde vengo, por qué la muerte y qué hay  después de ella. También he aprendido que, que afectando la pandemia a toda la humanidad, todos estamos implicados en su erradicación y en la tarea de afrontar los problemas que ha causado. He aprendido, asimismo, a dar valor a los pequeños gestos y signos de afecto interpersonal. Las medidas de distanciamiento e higiene me han impedido compartir las cosas pequeñas y rutinarias del día a día. Y eso me ha hecho valorar el contacto corporal, la cercanía, el afecto y el deseo de sentir al otro como próximo, a pesar de lo medios virtuales han aliviado nuestros enclaustramientos y soledades.



He tomado conciencia de los santos de la puerta de al lado. Más allá de las acciones de los gobiernos y autoridades para combatir al virus, ha aparecido un ingente número de personas concretas, anónimas la mayoría, que ha hecho mucho, incluso hasta dar la vida, a favor de la ciudadanía: desde los agentes de la sanidad hasta los transportistas, y quienes han mantenido abiertos los supermercados y farmacias, y los miles de personas que, de forma voluntaria, han acompañado y ofrecido dinero, tiempo, escucha, servicios gratuitos... Ellos han puesto luz y esperanza en nuestro pequeño mundo.

He recuperado, también, el valor del silencio, la escucha activa de la Palabra y la oración intercesora por los enfermos y los difuntos o de gratitud por quienes han participado en proyectos de escucha y acompañamiento a los ancianos en la soledad de sus domicilios. He recuperado, así mismo, el sentido del "ayuno eucarístico, el largo ayuno de celebraciones presenciales de la eucaristía, meta y fuente de la vida cristiana, sin olvido de la caridad cristiana.

En este tiempo de confinamiento y de excepcionalidad han adquirido en mí una importancia esencial profesiones y actividades a menudo infravaloradas: la sanidad, la cultura, la educación, la alimentación, la distribución de los bienes... 

Y se ha purificado mi fe en el Dios de la Vida. No está con el virus sino contra él y a favor de las víctimas, actuando en los que luchan por su erradicación y sus consecuencias. La epidemia no es un castigo suyo a la humanidad pecadora, sino una oportunidad y una llamada a la conversión en nuestras relaciones con Él, con los demás, en especial con los descartados, y con la naturaleza. Sufre y padece con nosotros, como fuerza de transformación y resurrección. Paz y bien.


Ángel Arbeteta Losa
23 de mayo de 2020

sábado, 23 de mayo de 2020

Relato 4

Lo que yo he vivido
Relatos en tiempos de pandemia 
BUSCANDO RESPUETAS
Relato 3
José Manuel Coviella C.

Cuando el 9 de marzo de este año 2020, tan especial, saltaron todas las alarmas, no sabía cuánto era lo que el desconocido virus me iba a hacer perder, meditar, anhelar y agradecer. Quiero hablarles de todo ello.

Desde que empezaron a llegar noticias de Wuhan (China) en el mes de enero, en este otro lado del planeta no se atisbaba algo tan grave. No se esperaba que la OMS declarase la situación como una pandemia. Empezamos a ver la importancia cuando el número de fallecidos aumentaba por días. Mucha gente ha muerto sola y sin poder hacer nada. 

En ese doloroso viacrucis de la pandemia nos han dejado conocidos. Por poner un ejemplo, recuerdo a José Luis F. Novalín. Fue un maestro en el sentido más noble del término.  Calificado como uno de los mejores historiadores españoles de los siglos XV y XVI. Sus clases de Historia de la Iglesia estaban llenas de ciencia, rigor y amor a la misma Iglesia. El y tantos otros descansen en paz.

El recuerdo me lleva a otras personas y a lo que sucederá después. Y por eso también recé  a Dios. Cada uno reza como sabe, como puede, como lo ha recibido de su propia cultura, según la propia tradición, según las propias creencias, rezar a Dios, ¡esto es lo importante!. Y le pedí tantas cosas…y que detenga esta pandemia que vino como un tsunami; esta pandemia y otras. 
El peor virus del siglo XXI, el peligroso cáncer, es el egoísmo, la aspiración al poder, al dinero.

He tenido tiempo, en estos dos meses abundantes de confinamiento, en comprobar dos extremos en la apreciación de esta pandemia que ha supuesto el covid-19. Y he visto que de un extremo se pasa al otro. Yo en estos párrafos reivindico un término medio a través de una serie de preguntas.
Un extremo. Visión de un Dios que castiga, que condena y al que hay que pedir que intervenga en la marcha de los fenómenos naturales. 
Otro extremo. Visión cientificista de lo que pasa. No hay ninguna referencia al Dios providente. Las ciencias, así como otras muchas disciplinas no religiosas, no necesitan y no desean ninguna interferencia religiosa. Pero ¿qué decir acerca de la acción divina particular y la providencia, sin deslizarnos hacia un dios-tapa-agujeros?

La crisis de la pandemia en España ha sido la referencia para acudir a la ciencia como el adalid o guía para delimitar qué se puede hacer y cómo hacer con esta enfermedad. Ese fue el “mantra” constante y sigue siendo.



Me planteé y planteo preguntas como: ¿Dios nos puede castigar? ¿merecemos el castigo? ¿nos hemos endiosado? Que Dios nos puede castigar es un hecho teológicamente cierto. He leído estos días la afirmación de una teóloga que negaba a Dios la posibilidad de poder intervenir directamente en la historia. ¡Claro que puede intervenir en la historia!

Que nos hemos olvidado de Dios y endiosado es un hecho evidente. Que en la Biblia se narran castigos enviados por Dios, es verdad.

Yo no sé si el covid-19 es o no es un castigo divino, puesto que no he recibido ninguna revelación particular. Afirmar que esta pandemia es castigo divino, sólo Él nos lo podría revelar.  

Y ¿qué decir del silencio de Dios? ¿por qué Dios permite esta pandemia y calla? ¿es un castigo? Al igual que Job, nos quejamos ante Dios al ver tanto sufrimiento. ¿Dónde está Dios?  El silencio de Dios es siempre elocuente.

Se pide que Dios intervenga y nos cure de esta enfermedad. Qué duda cabe que debemos corregir nuestra oración en la línea de dirigirnos a un dios “tapa-agujeros”, o de apelar a lo sobrenatural para explicar fenómenos que las causas naturales por sí solas podrían perfectamente esclarecer. Los virus existen. El freno a este mal depende del descubrimiento de la vacuna, y esto es obra y responsabilidad del ser humano, no de Dios. Pero ¡atención!; junto con esa visión, el creyente puede y debe acudir a la oración

En esta situación de tanto dolor y angustia vuelve la pregunta: ¿por qué Dios no hace algo? Estamos ante un misterio.

A veces Dios trastorna nuestros proyectos y nuestra tranquilidad, para salvarnos del abismo que no vemos. Pero atención: ¡Dios es aliado nuestro, no del virus!. Dios participa en nuestro dolor para vencerlo.  

José Manuel Coviella C.
25 de mayo de 2020
coycoj@gmail.com

martes, 19 de mayo de 2020

Relato 2

 Lo que yo he vivido
Relatos en tiempos de pandemia


Relato 2
Jesús Mª López Sotillo


Cuando el 9 de marzo de este año 2020, tan especial, saltaron todas las alarmas, no sabía cuánto era lo que el desconocido virus me iba a hacer perder, meditar, anhelar y agradecer. Quiero hablarles de todo ello.

Empezaré por lo que perdí. La pérdida que más me dolió fue la de Mariano. No era de mi familia ni amigo mío. Era el marido de Pili. Un hombre alto, fuerte, elegante, serio, educado y amable. Su mujer, Pili, siendo muy jovencita, vino del pueblo de mis padres a nuestra casa en Madrid para a cuidar de mi hermana mayor, que tenía diecisiete meses, de mi hermano y de mí, que acabábamos de nacer. Sólo estuvo una temporada, pero para ella fue una experiencia inolvidable. Nosotros siempre la hemos apreciado.

Cuando supe que los dos, contagiados por el coronavirus, estaban ingresados en la misma habitación de un hospital de Madrid, me sobrecogí. Era el 18 de marzo. Conseguí el número del móvil de su hija y comenzamos a WhatsAppear. Lo que me contó y cómo me lo contó estremecía. La madre estaba a punto de recibir el alta. El padre estaba a punto de morir, y no había cama en la UCI para tratar de evitarlo. Consciente de la situación, Mariano, antes de que le sedaran, la había llamado por teléfono para despedirse de ella. Al contármelo dice que no veía las letras del teléfono porque estaban llenas de lágrimas, también mis ojos se humedecieron. Falleció a los dos días, a lado de su esposa, sin tocarlo, y con la  hija llorando en su casa. Cruel. Es la pérdida, sin duda, que más me ha dolido. Luego vinieron otras, hasta doce. Por culpa del virus, la mayoría, o por otras dolencias, en el marco de esos días terribles. Entre ellas la de mi muy apreciado y valorado profesor Juan Martín de Velasco.


Pero esta epidemia también me ha hecho meditar mucho. Los primeros días estaba confuso. No brotaban en mi mente consideraciones de tipo filosófico o religioso. Finalmente he llegado a una certeza: esto no es un ajuste de cuentas inmisericorde ni una medicina amarga pero saludable, obra de quién sabe quién, para castigar a la humanidad por sus delitos  o curarla de sus desvaríos morales. Es un acontecimiento puramente biológico, tremendo y fascinante, del que estamos siendo a la vez víctimas y testigos. Y nos está causando mucho daño. Pero ese no es ni por asomo el propósito de la legión de virus que se introduce en nuestras células y trastorna el funcionamiento de nuestro organismo.

Ya ha pasado muchas veces. Pero es una de las primeras en que ocurre a tan gran escala, en tan poco tiempo y que sepamos por qué causas físicas está sucediendo. Podemos afrontar y contemplar la situación con unas herramientas científicas y con un mirar filosófico y religioso distintos a los que han utilizado en situaciones parecidas quienes nos han precedido. 

Esto me da pie a hablar de cuánto es lo que esta situación me ha hecho anhelar y agradecer.

Yo anhelo que la investigación científica avance. Yo anhelo que, al pensar en Dios,  la reflexión teológica y las prácticas litúrgicas se hagan teniendo en cuenta lo que sobre el universo vamos sabiendo. Pero a nivel más pequeño, anhelo recuperar las relaciones afectivas y las costumbres sencillas que me proporcionaban bienestar físico y mental. 

Y doy, finalmente, como Violeta Parra, gracias a la vida, que me ha dado y me sigue dando tanto, aunque preciso es reconocerlo, también es mucho lo que me ha quitado y me sigue quitando. Es parte de su misterio y, posiblemente, su máxima grandeza. Hay que reconocerlo y aceptarlo.


Jesús Mª López Sotillo
19 de mayo de 2020

sábado, 16 de mayo de 2020

Relato 1



 Lo que yo he vivido
Relatos en tiempos de pandemia

Relato 1

María José Hernández Ramos


Cuando el 9 de marzo de este año 2020, tan especial, saltaron todas las alarmas, no sabía cuánto era lo que el desconocido virus me iba a hacer perder, meditar, anhelar y agradecer. Quiero hablarles de todo ello.

Empezaré por lo que perdí. La pérdida que más me dolió fue ver cómo morían personas, una tras otra, unas más cercanas y otras completamente desconocidas, y no había solución para ello. Alguna de las cercanas suponen un dolor extraordinario, ya que significa el fin de una etapa vital que ya no volverá. 

Tal vez, y solo tal vez, por mi trabajo silencioso y en soledad no echo de menos el contacto con el resto de la sociedad, ni el hablar con otras personas, pues eso sigo manteniéndolo como cuando estaba en mi puesto de trabajo. No quiero pensar que me he convertido en un ser antisocial. 

Pero si he tenido mucho tiempo, y lo sigo teniendo, para dedicarme a otros archivos personales, para la lectura casi compulsiva, y para seguir compartiendo risas con mi marido. Risas y miedos ante lo desconocido. Y en este tiempo de cautiverio, que sigo manteniendo por voluntad propia, tiempo también da para meditar y para orar. Si el virus nos está azotando de una manera impensable en nuestras vidas, yo que sí creo y sé que existe Dios, no me siento sola y sigo, aunque a través de la ventana, viendo como la naturaleza y la vida se abre camino una vez más en esta primavera loca, y siento como los amigos están ahí, y mis jefes, y mi familia. 

El contacto físico con mi familia y con mis amigos me falta, es indudable, pero sé que están ahí, con sus problemas y con sus “neuras” habituales. No poder mirarles a la cara cuando hablo con ellos, observar sus miradas cuando expresan sus opiniones, como gesticulan, …, todo eso lo tengo en hibernación en el archivo de mis recuerdos.

Pero aun así, todos los días agradezco a Dios todo lo bueno que tengo, que es mucho y que en estos momentos de soledad venida me apetece hacer un balance de todo lo recibido. 

Mi único anhelo es volver a juntarme con mi familia y mis amigos. Y poder ir a una iglesia a rezar en mi soledad y con mis diálogos directos con Dios. Todo lo demás vendrá o no. Sigo viviendo el presente con planes de presente. Pero convencida estoy de que el futuro llegará y será mejor. Y seguiremos avanzando con alegría y juntos.


María José Hernández Ramos
Madrid, 13 de mayo de 2020

viernes, 15 de mayo de 2020

Galería de relatos


    Una propuesta del Foro "Curas de Madrid y Más" en días de desescalada

Un cordial saludo a todas y a todos los que visitáis esta página del Foro "Curas de Madrid y Más".

Aún no vamos a reanudar  nuestros habituales Coloquios abiertos, pues nos parece que sería imprudente celebrar un encuentro presencial.  Pero no queremos que se rompa el contacto entre quienes  acuden  a nuestras convocatorias ni tampoco entre quienes siguen las andanzas del Foro a través de este Blog o de otros medios de comunicación, como Religión Digital o Redes cristianas, que difunden o se hacen eco de nuestras actividades.  Por ello hemos puesto en marcha una iniciativa que nos permitirá saber unos de otros y darnos cuenta de cómo estamos viviendo estos meses tan duros a causa de la epidemia causada por el COVID-19. 

Hemos abierto aquí una ventana, a la que llamamos “Galería de relatos”, en la que os invitamos a estar presentes enviándonos el vuestro, para que figure en ella. Todos han de llevar el mismo título, Lo que yo he vivido. Relatos en tiempo de pandemia, y deben comenzar de la misma manera:

Cuando el 9 de marzo de este año 2020, tan especial, saltaron todas las alarmas, no sabía cuánto era lo que el desconocido virus me iba a hacer perder, meditar, anhelar y agradecer. Quiero hablarles de todo ello.

Empezaré por lo que perdí. La pérdida que más me dolió…

A partir de los puntos suspensivos cada una o cada uno continúa el relato como le parezca mejor. Se trata de contar de forma breve a qué personas, costumbres, actividades… hemos tenido que decir “adiós” por culpa del virus, así como cuáles son las meditaciones a las que nos ha llevado esta situación tan dramática, los anhelos que ha hecho nacer en nosotros y los deseos que nos ha suscitado de dar gracias a personas, a la vida, a Dios… 



El texto no puede tener más de 3.500 caracteres con espacios (Una hoja DIN A4 y media, más o menos, según el tamaño de los caracteres y el espacio entrelineas que se usen). Una vez terminado, y llevando siempre el nombre y apellidos del autor o autora, ha de enviarse al correo electrónico del Foro, foroymas@gmail.com. Según nos vayan llegando los relatos, los iremos poniendo, como queda dicho en nuestro Blog, https://forocuma.blogspot.com,  donde podrá leerlos quien entre en esa página y pulse con el ratón en la ventana “Galería de relatos”.

Nos parece una iniciativa que puede resultar interesante y significativa. Animamos a quienes leáis estas líneas a participar y a que animéis a otras personas a que también lo hagan. Podeís hacerles legar el cartel que figura más abajo.

Buena, pero muy prudente desescalada.