Contra la desafección eclesial: Que la Iglesia valore y escuche a cada persona. Que ayude y se deje ayudar.
Crónica del 8º Coloquio abierto del Foro “Curas de Madrid y Más”
El pasado lunes 10 febrero celebró el Foro “Curas de Madrid y Más” su octavo Coloquio abierto. El tema sobre el que giró la reflexión fue el la desafección eclesial, un problema antiguo, que conserva su actualidad. Se habló sobre sus causas y sobré el modo de revertirla.
Fuera por el interés que despierta esta cuestión o por el deseo de escuchar a los dos ponentes que estaban invitados a iniciar el coloquio, Javier Baeza y Carmen Gómez, ambos pertenecientes al Centro Pastoral San Carlos Borromeo, el caso es que la asistencia fue notable, casi ochenta personas. En la breve presentación inicial se recordó que la desafección eclesial comenzó a cobrar forma en la Europa renacentista. No es, pues, un problema nuevo, pero sigue vivo, aunque con el correr de los años ha variado el tipo de hombres y mujeres que ha predominado en las diferentes oleadas de alejamiento que se han ido produciendo. ¿A qué se debe el surgimiento y la persistencia de este problema? ¿Cómo podría revertirse? De eso se habló durante las dos horas que duró el encuentro.
En el breve espacio de oración que, como es habitual, precedió al coloquio, Jesús Copa, miembro de la Permanente del Foro, propuso escuchar y meditar tres pasajes de distinta procedencia, tras los cuales se dejaba entrever una respuesta general a tales preguntas: la desafección tiene que ver con algo que no marcha bien en la Iglesia, y revertirla requiere que algo cambie en ella. Escuchamos en primer lugar el relato que San Buenaventura hace de la experiencia que vivió y contó San Francisco de Asís en la iglesia de San Damián, mientras oraba ante el crucifijo. Esa voz que sintió provenir del propio crucificado diciéndole “Francisco, vete y repara mi casa, que, como ves, está apunto de arruinarse toda ella”. Escuchamos a continuación unos fragmentos del libro de José María Arnaiz “Una forma nueva de ser Iglesia es posible y urgente”. Y concluimos oyendo un párrafo del mensaje ¿Qué esperan del Sínodo las Nuevas Generaciones de Vida Consagrada de América Latina y el Caribe? Lo hizo público ese grupo eclesial el 24 de octubre de 2018, pocos días antes de que concluyera el Sínodo sobre los jóvenes. “Que la Iglesia – dicen – sea de puertas abiertas (…) que camine con los jóvenes aprovechando los dones de cada generación, sin miedos; impulsando el dialogo abierto intergeneracional, para renovar, recrear, repensar, revitalizar el compromiso eclesial y social”.
Concluido el momento meditativo, Marta Merino, miembro de la Permanente del Foro, encargada de dirigir y coordinar el coloquio, tras una breve presentación, dio la palabra a Javi Baeza y a Carmen Gómez. En su análisis del problema de la antigua, persistente y cambiante desafección eclesial, así como en sus propuestas para tratar de revertir ese constante abandono de la Iglesia que llevan a cabo miles y miles de católicos y católicas, se centraron en la descripción y el análisis de cuatro de los factores que, a su juicio, influyen en el mantenimiento del problema y que, enfocados de otro modo, podrían contribuir a su disminución. El primero es el que llamaron el asunto de la identidad, el segundo el de sentir comunitariamente, el tercero el del apoyo a los pobres y el cuarto el de embarrarse.
Antes, sin embargo, de pasar a explicar cada uno de estos factores, quisieron dejar claro que lo que iban a decirnos no era el resultado de una reflexión hecha en frío, sino más bien el fruto de la contemplación de lo que a diario se hace en San Carlos Borromeo, la descripción de su acción. Al oírles, y aunque no siempre lo manifestaron de forma explícita, pudo apreciarse que lo que hacen y el por qué lo hacen es bastante distinto a lo que se puede observar en muchos otros ámbitos eclesiales.
Así ocurre en lo referente a eso que ellos llamaron “la identidad”. En San Carlos se tiene claro que cada persona que se mueve en torno al Centro Pastoral posee su propia identidad. Y eso se ve como un valor, no como algo a lo que haya que tratar de poner remedio. La diversidad es considerada en San Carlos no un problema, sino un don. “No se juzga a nadie”, repitieron varias veces. Más aún se admite que cada persona puede tener y defender sus propios puntos de vista sobre cualquier asunto, incluso sobre la propia comunidad. Aunque lo explicaron de forma sencilla, este es un asunto de la mayor importancia tanto a la hora de explicar el porqué de la desafección eclesial como cuando se buscan caminos para revertirla. Lo que ellos hacen no es lo común. Para muchos católicos y para casi la totalidad de la jerarquía eclesial las personas no tienen valor en sí mismas sino en tanto en cuanto reproducen el modelo de persona que la dogmática y la moral oficial consideran acordes con la intención creadora de Dios y con su voluntad respecto a los seres humanos. Para esos católicos y para esas jerarquías eclesiales hay un concepto básico “la conversión”. Están convencidos de que no sólo la mayoría de los católicos sino de la población mundial está llamada, hoy igual que ayer, a “la conversión”, a cambiar su modo de pensar y de obrar. Todas esas personas, a su juicio, tienen, por usar la terminología de Javi y Carmen, una identidad, sí, pero que no es “respetable”. Nada le pueden enseñar a la Iglesia, ninguna de sus críticas merece que ella las tenga en cuenta. Son juzgadas y la sentencia es que en su situación actual valen poco, deben dejarse cambiar, deben admitir que han de ser y actuar de otra manera, que han de reproducir el modelo que la Iglesia, en cumplimiento de su misión, les propone como santo y bueno. A pesar de que un número muy considerable de esas personas llevan mucho tiempo advirtiéndole que hay razones para afirmar que se ese “modelo” no es ni tan santo ni tan bueno, y que, en consecuencia, debería reformarlo. No se les escucha y se van.