martes, 26 de abril de 2022

Décimo coloquio abierto del Foro "Curas de Madrid y Más"

 A vueltas con la Sinodalidad






Después de la presentación y oración,  el coloquio propiamente dicho, lo presentó y coordinó Mila de Diego. Hubo, un cambio de última hora, En lugar de intervenir Marta Merino, lo hizo Ester Velasco. Motivos de salud de última hora le impedían estar presente, por lo que le pedimos a Marta que ocupara su puesto, cosa que ella generosamente aceptó.



 Sin embargo, ayer mismo, Ester nos envió un video con su intervención. Conoce muy bien el Consejo de Mujeres Católicas (CWC) y el Sínodo de las mujeres, que están preparando. Y nos habló de ello y de su opinión respecto a las preguntas del Coloquio. Fue Breve y muy interesante.







Luego tomó la palabra África de la Cruz. Su intervención fue espectacular. Quedamos con ella en que la grabe en audio y nos la haga llegar, para reenviárosla a todos vosotros.



El coloquio posterior fue muy interesante. Hubo intervenciones centradas en hablar de qué debería cambiar en la Iglesia católica para que fuera realmente una Iglesia Sinodal, de iguales. Pero, sobre todo, las hubo para hablar de si hay posibilidades de que eso ocurra y sobre cómo tratar de conseguirlo. En el centro del debate, como problema apareció enseguida, como cabía esperar, el clericalismo, discriminatorio, y el poder enorme que acumula la jerarquía sobre el resto de los miembros de la Iglesia. ¿Eso se puede cambiar? ¿Va a cambiar el Sínodo algo en esa dirección?


Algo se barruntará cuando la Secretaria General del Sínodo haga público en septiembre de este año el "Instrumentum Laboris 1 ", documento de trabajo que tienen que estudiar los episcopados de todo el mundo y enviar sus comentarios y enmiendas al Vaticano. Y más se percibirá en el "Instrumentum Laboris 2 ". La Secretaria General lo hará público en junio de 2023 .


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 A vueltas con la Sinodalidad 

Décimo Coloquio abierto del Foro Curas de Madrid y MÁS” 


VAMOS A SINODALEAR 

Exposición de África de la Cruz Tomé en el Foro de Curas y Más” 

25 abril 2022 


Soy Mª África de la Cruz y estoy muy contenta de estar trabajando el tema de la Sinodalidad. Me ha pillado en un momento dentro de mi evolución personal óptimo; tengo mucho tiempo y lo estoy invirtiendo en leer y escuchar a los que saben de este tema. Y creo en este momento, que sé bastante. Y me gustaría terminar mi vida trabajando y actuando sinodalmente con quien conmigo quiera sinodalear”. 

Nos encontramos para charlar un rato sobre la sinodalidad. Mi exposición va a tener tres partes. Una primera introducción o contextualización sobre el tema del que voy hablar, otra segunda sobre las características de la Iglesia sinodal que queremos, que soñamos y una tercera sobré qué pasos y acciones concretas podemos empezar a dar hacia esa Iglesia sinodal que deseamos. 



INTRODUCCIÓN O CONTEXTUALIZACIÓN 

La introducción tiene cuatro puntos. 


En primer lugar, quiero presentar el Sínodo de la Sinodalidad como una necesidad y una oportunidad para esta Iglesia que vivimos


La Iglesia nuestra es una Iglesia en crisis y fracturada. Yo la percibo como una Iglesia cerrada en sus cuarteles de invierno, con unas patologías toxicas: clericalismo, autoritarismo, carrerismo, jerarquismo. Es decir, con muchos ismos” patológicos. Y frente a esa Iglesia muerta, - la semana pasada leí un artículo de Xavier Pikaza, sobre la Iglesia muerta y resucitada-, frente a esa Iglesia museo, que dice el Papa Francisco, la Iglesia sinodal donde todos los bautizados somos llamados a compartir autoridad y responsabilidad. Es necesaria por su estado crítico, pero, a su vez, es, también, una oportunidad para la revitalización de nuestra Iglesia. Y este es el segundo punto. 



El Sínodo y la revitalización de la Iglesia con la fuerza del espíritu y con nuestra participación


Frente a estar hoy en la iglesia como meros espectadores, una Iglesia sinodal nos convoca a ser todos protagonistas y participantes en el ser y el actuar de la Iglesia. Eso es la sinodalidad, un caminar juntos en comunión, común unión, participando todos en la misión encomendada en esta Iglesia. Nuestra participación es imprescindible para ayudar al Espíritu, que, por supuesto, Él es el motor principal, pero nuestra participación es imprescindible, necesaria. Ya hemos empezado a sinodalear, esto que estamos haciendo ahora es sinodalidad: escucharnos recíprocamente y todos al Espíritu. 


Como en todas las instituciones, en la Iglesia debería haber un departamento I+D+I, Investigación, Desarrollo, Innovación. Y en ese encuadre, la Sinodalidad sería nuestra oportunidad de Investigación, Desarrollo e Innovación, imprescindible en toda institución que quiera responder a las necesidades cambiantes de sus destinatarios, de sus clientes. 


El tercer punto que quiero contemplar en esta Introducción, que lo único que busca es refrescar vuestros conocimientos previos, nada nuevo os estoy diciendo, ya lo sabéis… El punto tercero en el que quiero detenerme es la dimensión procesual de este sínodo sobre la sinodalidad. No es un acontecimiento limitado en el tiempo, sino que es un camino, un proceso, con distintas fases, con distintos momentos. Y es un proceso de cambio, de mejora, de innovación sine die, con una larga duración porque la dinámica de Investigación, Desarrollo e Innovación en que nos introduce debería ser in eternum, para siempre. Por tanto, si el Sínodo de la Sinodalidad es un proceso que va a durar largo y tendido, nos pide paciencia y resistencia y reconocimiento de que los frutos no van a llegar de la noche a la mañana, que poquito a poco iremos viendo los cambios positivos, pero no debemos impacientarnos. La institución eclesiástica es muy potente y los cambios que exige este Sínodo sobre la Sinodalidad no se hacen de la noche a la mañana. 



Por último, en esta Introducción, el proceso sinodal es un proceso espiritual que exige conversión personal y comunitaria y reforma de las estructuras eclesiales. Esto dicho así parece poco exigente pero no es verdad. Tanto la conversión de nuestras mentes y nuestros corazones como la reforma de las estructuras eclesiásticas son un proceso muy exigente, pero lo que tenemos que tener claro es que son condiciones de posibilidad. No habrá una mejora, una sinodalidad, sin estas dos condiciones. No la habrá si la reforma de estructuras y la conversión personal y comunitaria no se van dando la mano. Las dos deben ser necesarias y de obligado cumplimiento para que pueda haber sinodalidad. 



Hasta aquí una puesta a punto de vuestros conocimientos, abordamos la segunda parte. 


CARACTERÍSITICAS DE ESA IGLESIA DEL FUTURO, ESA IGLESIA SINODAL, QUÉ SOÑAMOS, QUÉ QUEREMOS Y POR LA QUE ESTAMOS AQUÍ. 


La primera característica de la iglesia sinodal: es una Iglesia fiel a Jesús y a su Evangelio

Es un punto de partida. No debimos desviarnos de él. Así empezó el movimiento de Jesús que llegó a ser una Asamblea. De movimiento a Asamblea y de ahí a Iglesia jerarquizada. La voluntad de Jesús, la misión que él tuvo y que nos encargó continuar, predicad el Evangelio, esa es la razón de ser de una Iglesia sinodal y, por tanto, de todos los protagonistas, de todos los bautizados. En ella estamos para hacer vida el Evangelio, la Buena Noticia de Jesús. 


La segunda característica de esa Iglesia sinodal es que es una Iglesia Pueblo de Dios, donde todos somos iguales en dignidad, por el bautismo, y diversos en las funciones que podemos asumir dentro de ella


Esta nueva eclesiología nace o renace de la eclesiología del Vaticano II. Frente a una Iglesia organizada jerárquicamente, una Iglesia Pueblo de Dios, con una teología del nosotros, de la comunidad. Yo estoy contra el principio de que la jerarquización es un componente esencial de una iglesia. En una Iglesia sinodal no puede haber estratos, sobre todo, si esos estratos van asociados al poder, ni pirámide vertical ni pirámide invertida. Donde hay estratos de poder no hay sinodalidad. Y yo creo que este es un punto muy muy importante dentro de la sinodalidad. Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, donde todos hablamos, todos tenemos algo que aportar, todos podemos enseñar y todos tenemos que aprender, eso es la sinodalidad. Una iglesia donde todos participamos y todos somos corresponsables en la Misión compartida. La Misión es única, id y predicad el evangelio”, para todos los bautizados dentro de la Iglesia. 


La tercera característica de la Iglesia sinodal es que es una Iglesia servidora y del cuidado, una Iglesia al servicio de la humanidad, toda ella ministerial, toda ella sacramento de salvación, de liberación del hombre, según su contexto, según su realidad; Iglesia servidora y del cuidado donde la ocupación de todos los miembros sea procurar la salvación, la liberación de todos los humanos o de toda la realidad social. 


Cuarta característica, una Iglesia encarnada en el mundo y su tiempo, en dialogo con la sociedad y con los signos de los tiempos. Esto la exige una renovación constante, permanente, en su teología, moral y liturgia. Toda institución humana es evolutiva y no puede refugiarse en sus cuarteles de invierno, tiene que ser una Iglesia de puertas abiertas, una Iglesia en salida, una Iglesia atenta a las demandas de los tiempos, los nuevos problemas, las nuevas preguntas de la sociedad. 


En quinto lugar, una Iglesia pobre y para los pobres. Dentro del Evangelio está muy clara la incompatibilidad de la riqueza y el servicio eclesial que Jesús pedía a sus seguidores. Él ha venido a liberar, a servir, sobre todo, al pobre, al necesitado. Y eso no lo puede cambiar ninguna institución temporal. La riqueza, y sobre todo si se une al poder, es un antídoto contra el servicio que la Iglesia tiene que desempeñar. 


En sexto lugar, la Iglesia que soñamos es una Iglesia inclusiva, donde los laicos y, especialmente, las mujeres hagan todo lo que sean capaces de hacer. Personalmente, me parece una lástima, y lo lamento, el despilfarro que esta institución hace de sus recursos. Es una lástima lamentable que siendo el laicado y las mujeres la mayoría de los miembros de la Iglesia no tengan nada que decir, nada que aportar. Esto es insostenible. La Iglesia tiene que revisar esta tendencia a excluir a parte, una parte muy importante, de sus miembros. La iglesia debiera ser Iglesia inclusiva. 


Por último, como séptima característica, Iglesia debiera ser también comunidad de comunidades, una Iglesia a tamaño humano, donde nos conozcamos y de verdad nos podamos escuchar, donde podamos dar de sí lo mejor que cada uno de nosotros tengamos. Esto, ser comunidad de tamaño humano, nos hará ser una Iglesia mucho más igualitaria, y mucho más responsable, corresponsable, en la Misión. Siempre y cuando haya una estructura de gobierno compartido y un liderazgo comunitario, un liderazgo que no sea un poder, una distinción, sino que sea un servicio y, como tal, sea voluntario. Según su capacidad, vocación, competencia y voluntad, los servidores tienen que ser elegidos por las comunidades para que el liderazgo sea una función a realizar como servicio, siempre temporal y con rendimiento de cuentas. Ser líder elegido y corresponsable. 


Por último 


¿QUÉ PASOS Y ACCIONES CONCRETAS PODEMOS EMPEZAR A DAR YA AHORA EN LA COMUNIDAD DONDE NOS ENCONTRAMOS, EN EL CONTEXTO EN EL QUE NOS DESENVOLVAMOS? 

Para desarrollar este punto me remito a la tarea propuesta por la Secretaría General del Sínodo para esta primera fase diocesana con la pregunta fundamental. ¿Cómo vemos la sinodalidad en nuestra Iglesia hoy y qué pasos nos pide el Espíritu dar para crecer en sinodalidad? 


Está muy bien empleado el término pasos” del proceso, el poquito a poco del crecer. Crecer es desarrollar un paso adelante, algo más cualitativo y cuantitativo. 


Para estructurar los seis puntos de este tercer apartado me ajusto a la metodología que ya nos es familiar, ver, juzgar y actuar. 


¿Por dónde tenemos que empezar y cómo podemos empezar ya? 


1. Si la sinodalidad supone una conversión personal y comunitaria ahí tenemos nuestro primer escalón: Revisar personal y comunitariamente nuestro ser, estar y actuar como bautizados en un proceso de sinodalización de la Iglesia, para, poco a poco, pasar de la Iglesia jerarquizada a una Iglesia sinodalizada. 


2. ¿Cómo avanzar en la conversión? Pues la condición de posibilidad es la formación


Podemos ya empezar a decidir qué actitudes y comportamientos de nuestro bagaje comportamental, -lo que somos y hacemos-, necesitan una acomodación para pasar de la pasividad en la que estamos educados -y hasta nos sentimos a gusto-, a una actividad protagonista y corresponsable. Esta es una tarea de larguísima duración y nos va a costar mucho y lo tenemos que ir haciendo poco a poco. Lo primero, para poder cambiar es tomar conciencia de que nuestra pasividad no es lo mejor que nos puede suceder. Que esa aparente comodidad de mande, que yo obedezco”, a la postre nos ha traído a esta situación de la que ahora nos quejamos y de la que somos victimas. Pasar de la pasividad a la actividad actuando. Pasar de la sumisión y la obediencia a la iniciativa, al protagonismo, a la propuesta y al riesgo de equivocarnos. Y saber que nuestra acción va a ser controlada y que de ella hay que dar, rendir cuentas. Y con las actividades comunitarias, lo mismo, el mismo proceder. 


Revisar nuestras actitudes, nuestros compromisos y nuestra disponibilidad es un buen punto de partida. 


3. Participar en los programas que decidamos en el proceso de formación por dónde vamos a empezar. Tomar parte en el proceso de decisión, qué queremos cambiar y cómo lo queremos cambiar. Desde el primer momento del proceso de toma de decisión nuestra presencia es necesaria para que nuestro compromiso pueda, luego, ser el motivo para el cumplimiento de las promesas. Comprometernos en el proceso de decisión para responsablemente conseguir los frutos esperados. 


4. En cuarto lugar hay que someter las decisiones a los complementos circunstanciales. Programar las actividades concretas de la formación. Una formación siempre activa. Aprender a hacer haciendo, porque se trata de cambiar actitudes y comportamientos. Y actuar de otra manera exige participar en esas actividades, que pueden ser como el ensayo de la conducta deseable. Programar actividades en el tiempo y evaluar los resultados que se van obteniendo, para utilizar la evaluación y la mejora como puntos imprescindibles en todo proceso de formación. 


5. Y a mí me parece, y es el quinto punto de mi propuesta, muy necesario y muy accesible el aprender a trabajar en equipo, porque somos muy individualistas y en una sinodalidad, en un caminar juntos. El equipo, con el reparto de funciones, es la metodología que se ajusta como horma a un zapato a la sinodalidad. Sobre el trabajo en equipo hay muchísima literatura y hay muchos expertos que saben mucho de cómo se aprende a trabajar en equipo. A nosotros nos puede parecer hasta de sentido común, porque muchas de las cosas las sabemos, pero nos pasa como al burgués gentilhombre, -que hablaba prosa sin saberlo-1. Lo sabemos, pero el problema es practicarlo, ponerlo en acción. Es decir, el equipo como espiritualidad del nosotros, donde la misión compartida nos corresponsabiliza en los resultados. Estoy hablando de aprender a cooperar frente a competir. Individualmente competimos, en equipo cooperamos. 


6. Y, por último, cómo este proceso de sinodalización de la Iglesia es un proceso largo y perenne, podemos empezar ensayando aquellas conductas que nos parezcan más urgentes, más necesaria o más fáciles ¿Por dónde empezar? Cada comunidad tiene que ver qué es lo que más necesita. 


Y desde ese compartir la toma de decisiones, adelante con los faroles. Poniendo toda nuestra mejor disposición en la mejora de nuestras actitudes y comportamientos, que por ahí hay que empezar. 

Pues que así sea. 


(1).  Moliere. El burgués gentilhombre. Acto I, Escena IV.  


África de la Cruz Tomé 

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