viernes, 26 de octubre de 2018

CRONICA DEL ENCUENTRO / COLOQUIO Sobre La Corresponsabilidad en la vida de la Iglesia

CRONICA DEL 2º ENCUENTRO/COLOQUIO
Sobre La Corresponsabilidad en la vida de la Iglesia
Jesús Mª López Sotillo – Madrid: 20 de junio de 2018


El Foro “curas de Madrid”, después de analizar los resultados del primer Encuentro/Coloquio de lo que han dado en llamar FORO “CURAS DE MADRID y MÁS, decidió seguir adelante con dicha iniciativa. Convocó, a tal fin, para la tarde del lunes pasado una segunda reunión de este renovado Foro, que se desarrolló según el Orden del día previsto. Tras el saludo inicial y unos momentos de oración, comenzó el coloquio. Intervinieron en primer lugar los ponentes que habían sido invitados: Jesús Sastre García, sacerdote; Pedro José Gómez Serrano, laico; y Carmen Picó Guzmán, laica, los tres teólogos. Luego hubo entre los asistentes, cerca de cuarenta, un diálogo abierto.

En su saludo inicial Jesús Copa puso el acento en que el FORO “CURAS DE MADRID y MÁS, reuniendo en su seno a personas de los diferentes “estados” eclesiales, quiere ser un ámbito en el que mediante el diálogo libre se busque y promueva el bien de la Iglesia y de la sociedad, abordando para ello asuntos eclesiales y sociales que en su modo de plantearse y de llevarse a la práctica no están contribuyendo hoy en día a la consecución de esos fines. Recalcó, además, que quienes decidan participar en este empeño han de tener la seguridad de que serán acogidos y habrán de irse organizando como mujeres y hombres libres, todos de la misma dignidad, en velada alusión crítica a esa diferencia no sólo de grado sino esencial entre los católicos que son clérigos y quienes no lo son, de la que habla y da por existente la Constitución conciliar Lumen Gentium (nº 10).

La oración, dirigida por Francisco Javier Sánchez, llevó a los presentes a fijar la atención meditativa en enseñanzas de Monseñor Romero. Palabras para decir que cada cristiano, en su situación personal y desde su puesto dentro de la sociedad, puede contribuir a que se instale y avance el Reino de Dios, logrando con ello que se produzca una mejora de las condiciones de vida de cuantas más personas mejor, especialmente de las mujeres y de los hombres pobres, marginados y sufrientes.



En su presentación del coloquio y de los ponentes, Jesús María López Sotillo resaltó que los primeros pasos del FORO “CURAS DE MADRID y MÁS muestran que existe entre los organizadores una honda preocupación por asuntos vinculados con la Eclesiología, es decir, con lo que la Iglesia piensa y proclama de sí misma y con su forma actual de articularse y de funcionar. Hay, a su juicio, algo en todo esto que no marcha bien y que convendría enmendar. La doctrina y las disposiciones canónicas sobre la situación de las mujeres en la Iglesia es uno de esos asuntos que no marcha bien. Por eso decidieron analizarlo en el primer Encuentro/coloquio, celebrado el 16 de abril. Y lo mismo ocurre con la doctrina y las disposiciones canónicas en torno a la corresponsabilidad en la vida de la Iglesia, que es el objeto de reflexión en este segundo encuentro.

Jesús Sastre asumió y llevó a cabo la tarea de expresar y analizar la doctrina católica sobre la corresponsabilidad en la vida de la Iglesia, que, a su juicio, es el tercer eslabón de una cadena en la que los dos primeros son la comunión y la comunidad. Tomando como punto de partida la constitución conciliar Lumen gentium, destacó como nuclear de la misma su definición de la Iglesia como “comunión” de quienes la forman con Dios y de todos ellos entre sí, como pueblo en el que todos sus miembros son llamados a la santidad y que se organizan de forma jerárquica para facilitar la consecución de tal fin, proclamando a todos los hombres y tratando de que se haga realidad la buena noticia del reino de Dios que llega. El objetivo, resaltó, es la comunión. Y la organización jerárquica el medio. Pero no hay un modo único de articular dicha organización. El que hoy está en vigor, conviene no olvidarlo, surgió ligado a las circunstancias históricas reinantes cuando fue cobrando forma. En la actualidad, sin embargo, el común sentir de los fieles, o, al menos, el más extendido parece demandar otra articulación, en la que se reconozca la capacidad del pueblo para ser y actuar como sujeto. En esa dirección, dijo, parece que quiere el Papa Francisco que se mueva a la Iglesia cuando habla de la sinodalidad.


Pedro José Gómez Serrano comentó que tiene la impresión de que en lo tocante a la corresponsabilidad en la vida de la Iglesia está todo dicho, pero que, sin embargo, no todo está hecho, sino que hay un divorcio entre los laicos y el clero, en razón del cual éstos se sienten investidos de prácticamente toda la responsabilidad, mientras que al resto de los bautizados apenas les queda otra que no sea la de dejarse guiar por ellos y obedecer sus mandatos. El problema, dijo, viene de antiguo, como refleja un texto del siglo tercero en el que, usando la imagen de una nave, se hablan de Cristo como del timonel y del Papa y el resto de las autoridades jerárquicas como de la tripulación, mientras que al pueblo le asigna la categoría de pasajeros, que se fían y dejan llevar.

Los documentos del Vaticano II y otros que vinieron después parece que tratan de cambiar tal estado de cosas, reconociendo la común dignidad que a todos los miembros de la Iglesia concede el haber recibido un mismo bautismo, pero son ambiguos y se prestan a interpretaciones teóricas y prácticas muy diferentes. El propio Pedro José y muchos otros laicos, como él mismo reconoció, tienen sobrada y dolorosa experiencia de ello, pues después de haber escuchado y creído el aspecto renovador de la eclesiología de la Lumen gentium, que les fue comunicado por los sacerdotes de los que recibieron la catequesis infantil y juvenil, llegaron a sus parroquias otros curas que resaltaban la otra parte de dicha doctrina, la que reafirma la distancia entre el sacerdocio jerárquico y el sacerdocio común de los fieles. E impusieron su voluntad, logrando que la ilusión, que tanto había costado generar en tantas personas, en poco tiempo se tornara en profunda decepción, que a muchos llevó a alejarse de la Iglesia. Y entre los que resistieron sin irse surge una pregunta: cuando la jerarquía habla de corresponsabilidad en la Iglesia ¿habla de algo real, que quiere alcanzar y articular, o es pura retórica?  Pues se dice que los bautizados tienen que ser cristianos adultos, pero luego se les exige que se sientan y que se comporten como niños, siempre necesitados de guía espiritual, siempre llamados a aprender y a obedecer. Para hacer frente a este modo de pensar y que las adversidades no ahoguen su fe, considera muy importante algo que parecía obvio en los tiempos del primer postconcilio, los laicos debe formarse, deben adquirir conocimientos bíblicos y teológicos. A la luz de los mismos, pueden ver que es posible y deseable que la Iglesia se articule de modo auténticamente comunitario y fraterno, que es más que de modo democrático, pero no menos.

Carmen Picó Guzmán fue desarrollando su intervención al hilo del relato de su propia experiencia, que en parte es común y compartida con la de su marido. También ellos, como Pedro José, recibieron su formación eclesiológica a través de sacerdotes que les hicieron creer que una Iglesia diferente era posible, menos clerical y más comprometida con la lucha contra la marginación. Pero llegaron después otros curas, con otra eclesiología y la hicieron valer, provocando la desilusión y el alejamiento de muchos laicos y laicas que se alejaron de la Iglesia. Ella y su marido se mantuvieron dentro y les ayudó a ello la formación teológica que habían recibido y la oración personal e incluso conocer experiencialmente durante cierto tiempo la vida monástica. Pero a partir de vivir estos desconcertantes vaivenes eclesiásticos y con la ayuda de la luz que le proporcionan los estudios bíblicos y teológicos, ella lanza una pregunta: ¿qué tipo de vocación es la que quieren despertar en los laicos los sacerdotes o los religiosos y religiosas que se proponen esa meta? No es la vocación a vivir la fe en el “estado” que cada bautizado considere idóneo para él o para ella, sino a vivir la fe primero y principalmente como sacerdotes o como religiosos o religiosas. Quedarse en el estado laical es para ese tipo de personas quedarse en un nivel inferior. Pero ni ella ni su marido, dijo Carmen, viven de ese modo su elección de casarse y seguir siendo laicos. Un laico o una laica formados teológicamente son cristianos adultos, que no necesitan la constante guía espiritual de un sacerdote, sino que se pueden guiar a sí mismos e incluso guiar a otros. Pero en la Iglesia muchas veces al laico se le sigue suponiendo la caridad y la fe, pero cuesta admitir que tenga esperanza, y más aún si es la esperanza de contribuir a crear una Iglesia distinta, una Iglesia mejor. En tales circunstancias ¿qué hacer? ¿Cómo vivir la vocación laical? Donde te dejen, hablar, donde te dejen, actuar. Y, mientras, gastar la vida en vivir la fe que nos anima.

Concluida las intervenciones de los ponentes, se abrió el diálogo entre quienes habían acudido al encuentro. La experiencia de la mayor parte de los que tomaron la palabra es similar a la del Carmen y Pedro José. La corresponsabilidad en la Iglesia es un objetivo no ha alcanzado, una ilusión óptica, que se vive durante algún tiempo en las parroquias regidas por párrocos que creen en ella, pero que se desvanece cuando llega otro que quiere hacer valer su autoridad e imponer sus puntos de vista teológicos, litúrgicos, morales, incluso, meramente organizativos. Especialmente dolorosa fue el relato de una feligresa de la parroquia de Santo Tomás de Villanueva en el barrio de Vallecas, en la que desde hace nueve meses están viviendo una experiencia de este tipo. Que, por otra parte, ella sabe y así lo manifestó, no es única, sino que se está dando en diferentes parroquias de nuestra diócesis madrileña. Quedó pues claramente señalado que siguen existiendo dos eclesiologías muy distintas, la de quienes, con palabras de Benjamín Forcano, creen en el sacerdocio común de los fieles como único y particular modo de sacerdocio y la de quienes siguen distinguiendo entre ese sacerdocio común y el sacerdocio ordenado o jerárquico, que hace distintos a los varones que lo poseen y no sólo en grado sino también en esencia y que les otorga, dicen, una dignidad y un poder muy superiores a los del resto del pueblo cristiano, sobre todo a la parte femenina del mismo, cuyo pensamiento y cuya palabra, como señaló Carmen Picó, no vale ni siquiera lo mismo que la de un laico varón.

Frente a tal estado de cosas habría que recuperar, como señaló otra de las mujeres que intervino en el diálogo, la espiritualidad que subyace tras las enseñanzas de Pablo en torno al cuerpo místico de Cristo, en el que una parte no desprecia a las otras, sino que todas saben y valoran lo que cada una aporta al bien del conjunto del organismo y a la bondad y eficacia de las obras que realiza.


Jesús Mª López Sotillo

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